Un
humilde gigante sensitivo
aprendiz fraternal de lo imperfecto
que aspiraba a la inasible perfección (inalcanzable siempre).
Un titiritero que engarzaba los hilos del cuerpo y la palabra;
nunca buscó la admiración , sí amar y ser amado
y así lo fue por su sincera honestidad, su entrega.
Un tímido juglar que se arrojaba
al abismo del Arte
habitando los riesgos más ocultos.
Aquel que regalaba su corazón intenso y generoso
hoy se ha ido de gira con los grandes
y con ellos andará por ahí, en algún cielo
representando escenas imborrables o gastando mil bromas
compartidas
o simplemente disfrutando de la sensualidad de esa Belleza
que tanto conmovía y entregaba a manos llenas sin reservarse ni
medir.
Ahora , que su cuerpo ha callado pero queda su luz a la deriva.
Ahora, que la ausencia se encripta en una lágrima
y un sentimiento de orfandad unánime
nos impulsa al aplauso
o al silencio.
Ahora, abrazando muy hondo su final de partida
no decimos adiós, sino hasta siempre. Y gracias!
Gracias por ese asombro ingenuo, casi niño,
con el que recibía los aplausos.
Querido Alfredo: gracias!
Gracias por tanto amor.
Y tanta vida!
