Persona que habla a medias a
medias existe
Se me
pidió que dictara para los alumnos de los primeros años de la
Carrera de Arte Dramático de la USAL, una materia que ayudara a
resolver los problemas de “murmuración”. Para fundamentar y
aclararme su contenido es que escribí el siguiente artículo.
El ejercicio
y el entrenamiento son el fundamento del desarrollo, crecimiento y
diestro manejo de cualquiera de las facultades de un actor.
En la
actualidad, la extrema sencillez que reclama la televisión, las
corrientes teatrales apoyadas abusivamente en lo corporal, en la
estética de la imagen, e incluso en la neutralización del sentido
del texto en aras de ritmos y texturas, han hecho descuidar lo que
podríamos llamar elocución del actor.
Especialmente en aquellos que están en las primeras etapas de su
formación. Sus voces suelen ser pequeñas, pobres, con una
articulación defectuosa, sin posibilidad de matices y con una
proyección, digamos, escasa.
“Una imagen
vale más que cien palabras”, dijo alguien. Y mucha gente lo repitió.
¿Quién lo dijo? Un cineasta, supongo. ¿Por qué se extendió y se lo
aceptó de semejante modo?
Depende de
qué palabras y de qué imagen.
En la llama
del verano
Que ondula
con los trigales
Sus regocijos
triunfales
Canta el
jilguerillo ufano.
Canta, y al
son peregrino
de su
garganta amarilla,
Trigo nuevo
de la trilla
Tritura el
vidrio del trino.
(1)
¿Qué imagen
sería capaz de expresar lo que expresan estos pocos versos? Y ¿qué
necesidad habría, por otra parte?
En estos
versos hay una cantidad de imágenes y sensaciones. Visuales,
auditivas, táctiles. Por el simple motivo de que la palabra no es
sólo concepto.
El siguiente
verso, terriblemente cargado, como muchos de los versos de
Baudelaire,
Cuando el cielo bajo y bochornoso pesa como una tapadera...
intenta algo muy
distinto a transmitir información. No sólo el cielo, sino el mundo
entero, el ser de aquel que habla, el alma de aquel que escucha se
impregnan de angustia y opresión.
¿Qué motivo
justificaría entronizar ese lugar común que pretende establecer tal
rivalidad, tal competencia, entre cosas que, además de ser
complementarias, aluden a diferentes aspectos de la expresividad? ¿A
qué sirve esta guerra de los estilos?
Hay, hoy en
día, una suerte de peyorización del texto escrito que ha alejado a
los estudiantes, no solamente de los grandes textos, sino de los
grandes autores y, por consecuencia, de las grandes ideas. Y aquí sí
tenemos una diferencia que conviene señalar: la imagen estimula
especialmente los sentidos, la palabra, especialmente el
pensamiento.
Y, a pesar de
lo dicho, nunca ha habido tal proliferación de dramaturgos, ni de
premios nacionales y extranjeros, como en la actualidad.
No es una
humorada decir que no tengo un solo autor dramático amigo (y tengo
muchos) que no haya sido premiado, al menos, una vez.
Sin embargo algunos de esos textos no son buenos.
No es que los autores carezcan de talento, sino que la época carece
de rigor.
“Normalmente nunca le daría ánimos a una
persona con un talento tan limitado como el suyo. Sería muy cruel
alentar a alguien y hacerle creer que tiene un don que en realidad
no posee. Sin embargo tiene cierto sentido de la palabra,
sensibilidad para la caracterización. Quizá pueda sacar algo de ahí.
Si desea arriesgarse, probar a arruinar su vida, cuente con mi
ayuda, pero no se lo recomiendo.” (2)
Esto es lo que le decía Truman Capote a alguien
que le había dado material para obtener una opinión respecto a su
valor. A lo mejor es un poco rudo, pero ahora nos hemos ido al otro
extremo.
Cuando uno
habla utiliza palabras que no solamente dicen lo que significan,
sino también lo que uno cree que significan. Son palabras que, a lo
largo del tiempo, han ido cargándose de voces, imágenes y
significados que requieren un redescubrimiento, una indagación para
intentar reconquistar sus más profundos y ocultos secretos. Son
palabras impregnadas por el alma humana, por el alma de millones de
seres que, a través de los tiempos, las han parido y albergado en su
boca. El sentimiento que les dio origen, la imagen a que
respondieron, las circunstancias que atravesaron, han quedado
grabados en ellas como una huella que habla de vidas y sentidos que
vale la pena rescatar. Reconstruir. “Una palabra es un microcosmo
de conciencia humana”.(3)
Y ¿qué es lo
que haría interesante internarse en una disciplina que se ocupa del
lenguaje, de la palabra, más allá de reactivar una capacidad un
tanto descuidada?
“A través
de las palabras, la realidad que éstas designan, recupera su poder
de horror o de fascinación, su pathos original. (...) La
poesía es el canto del significado”.(4)
Lamento decir
algo tan solemne, pero creo que existe la posibilidad de que nos
hagamos un poco mejores.
En mis clases
he sostenido con frecuencia que nuestra mente está poblada de
palabras, palabras que a su vez remiten a imágenes que se nutren de
nuestra experiencia.
Cuando
pronunciamos una palabra, un tropel de sensaciones, recuerdos y
acontecimientos acuden por su invocación. De alguna forma, la
calidad y variedad de las palabras será responsable de qué tipo de
pensamientos, sentimientos e imágenes evoquen en nuestra mente.
Hay una
vinculación ineludible entre lenguaje y experiencia, algo así como
que uno no es sin la otra.
El lenguaje
es en principio un instrumento de comunicación que posee su propia
estructura, lo que le permite funcionar. Por medio de ella se
analiza la experiencia humana, cualquier experiencia, es decir todo
lo que nos sucede. El encuentro de la lengua y la experiencia se
realiza volcando la experiencia en los moldes ofrecidos por la
lengua que se va a emplear.
El poeta
Pedro Salinas sostiene, de un modo diferente, algo similar: “El
hombre ha hecho el lenguaje. Pero luego el lenguaje, con su
monumental conjunto de símbolos, contribuye a hacer al hombre, se le
impone desde que nace.” (5)
Y agrega que
una sociedad atravesada especialmente por aquellas cosas vinculadas
con el aspecto práctico y económico, aquellas que sirven a objetivos
inmediatos, de corto alcance, y casi siempre traducibles en ganancia
económica o placer material, conducen a la contracción del lenguaje
a su función elemental. Por el lenguaje sólo se comunican
necesidades del momento, sirve de campo a las acciones y reacciones
del hombre en su zona de vida más superficial y pasajera, negocios o
brevísimos encuentros sociales.
Todo esto
reduce el lenguaje expresivo, el que representa y revela la
intimidad del ser humano, sus aspiraciones ideales, las
complejidades de su alma. “Persona que habla a medias, a medias
existe.” (6)
Porque las
palabras, el lenguaje, están vinculadas al desarrollo de la
inteligencia.
Antes del
lenguaje existe una inteligencia sensorio-motriz, una inteligencia
práctica que abarca las conductas instrumentales, de utilidad. Es
más tarde que aparece la función semiótica.
El
crecimiento de esa inteligencia requiere que el individuo tenga
intereses, curiosidades, etc. Si el medio social es rico en
incitaciones, si el niño vive en una familia en que se manejan ideas
y se plantean problemas, habrá un avance en el desarrollo. Si el
medio social es extraño a todo esto, habrá, inevitablemente,un
retraso.
Creo que algo
similar ocurre con el lenguaje, con la frecuentación que uno tenga
con las palabras y con las ideas que se expresan a través de ellas.
...Creo que es
indispensable ocuparse de las palabras, de los textos que se
entretejen con ellas, hacer amistad. Asimilarlas. Jean Piaget nos lo
dice con mucho humor: “Un organismo se alimenta mediante la
absorción de sustancias; luego transforma a estas sustancias, las
integra y les da su propia estructura. Un conejo que come repollo no
se convierte en repollo sino que transforma al repollo en conejo. De
la misma manera, el conocimiento no es tan sólo una copia, sino una
integración en una estructura”.(7)
Gracias a las
palabras, a la existencia del lenguaje, uno tiene la posibilidad de
pensar, de dar un paso adelante en la escala evolutiva. De
establecer un contacto diferente con la realidad.
No hay un
instante en que el hombre no piense. Todo es pensamiento, aun los
sueños. Pero si bien no todo el tiempo es un pensamiento hecho de
palabras, se apoya en una lengua. La palabra es una especie de
escalón. No existen progresiones de pensamiento que no estén
fundadas en una lengua. Ello establece la diferencia entre el animal
y el hombre. No porque el animal no piense, sino porque no tiene la
capacidad de conservar el pensamiento, capacidad asegurada por el
lenguaje.
El lenguaje
determina el pensamiento. “Un pensamiento organizado consiste, en
principio, en combinar las palabras. Muchos de los descubrimientos
no son otra cosa que la combinación inesperada de dos conceptos o de
dos palabras. Aristóteles no habría escrito su obra si hubiera
pensado en lengua hopi.”(8)
Todos sabemos
que las herramientas semióticas más poderosas en el contacto social
y la regulación interhumana de la conducta son las palabras.
El
pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que existe a
través de ellas, señala Vygotski, “cuando el niño se habla a sí
mismo (monólogo infantil, habla interior en el adulto) reproduciendo
en principio las pautas de relación significativa con los demás,
está construyendo su conciencia y elaborándose como sujeto.”(9)
Y luego está
la voz, la voz con que ese sujeto dice y se dice: si la voz es
significante, como nos dice Aristóteles, es porque es plenamente
corporal. La voz es ese pedazo del cuerpo que va desapareciendo, ese
pedazo de cuerpo que va alejándose: es el cuerpo en evanescencia. La
voz, la portadora de las palabras, ya no es animal: estamos más allá
del ruido y del grito.
“Al tener
la voz como soporte, el lenguaje humano es un lenguaje articulado:
el habla del hombre es la voz captada por letras, la voz que puede
ser escrita. Y sólo la parte animal de la voz –el grito, la risa, el
silbido, el sollozo- no puede pensar en lo gramático. Las palabras
proferidas son símbolos o signos de las impresiones del alma,
mientras que las palabras escritas son signos de las palabras
proferidas”. (10)
Si las
palabras proferidas expresan las impresiones del alma, dependerá de
la cantidad de herramientas y de la manipulación de las mismas la
agudeza y la calidad de la transmisión.
Y así
llegamos a la elocución, que según el diccionario de la Real
Academia significa “manera de hacer uso de la palabra para expresar
los conceptos, o modo de elegir y distribuir las palabras y los
pensamientos en el discurso.”
Y a la
elocuencia: “facultad de hablar o escribir de modo eficaz para
deleitar y conmover, y especialmente para persuadir a oyentes o
lectores, y también fuerza de expresión, eficacia para persuadir y
conmover que tienen las palabras, y , por extensión y figuradamente,
la que tienen los gestos o ademanes y cualquier otra acción o cosa
capaz de dar a entender con viveza alguna idea y ejercer así
influencia en el ánimo.”
Pero para
poder lograr esto, antes tenemos que haber conseguido que el texto
nos hable a nosotros.
Es un trabajo
de comprensión, interpretación y apropiación. De aprender a
escuchar. Es un esfuerzo de mutua penetración.
“Retirado en
la paz de estos desiertos,
con pocos,
pero doctos libros juntos,
vivo en
conversación con los difuntos
y escucho,
con mis ojos, a los muertos.
Si no siempre
entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan o
secundan mis asuntos;
y en músicos
callados contrapuntos
al sueño de
la vida hablan despiertos.
Las grandes
almas que la muerte ausenta,
de injurias
de los años vengadora,
libra, ¡oh
gran Josef!, docta la imprenta. (11)
Hay gente que
nos está hablando. Sus voces solo adquirirán volúmen a través
nuestro. Desean investirnos de la responsabilidad de mediar entre
ellos y el público. Han pasado por los mismos lugares que pasaremos
o ya hemos pasado. Tienen, al respecto, noticias que darnos.
Consejos. Reflexiones y referencias.
Pero también
pueden quedar en el pasado, en el silencio.
Pues hay
enemigos y circunstancias adversas para el desarrollo que nos
estamos proponiendo.
De algunos
hemos hablado.
Pero hay más.
Cosas que atentan contra el lenguaje, o mas bien contra la
conciencia y uso de ese lenguaje por parte del hombre. Una de ellas
es la urgencia, el acelerado tiempo que nos toca vivir: “creo muy
difícil que esa aceleración por el gusto de la aceleración, ese
apresuramiento acéfalo y áptero, pueda ser beneficioso en modo
alguno para esa simbólica de la vida del espíritu que es el
lenguaje. (...) Es, pues, muy problable que en una sociedad que
impone a sus individuos, como ley indiscutible, la concepción
mecánica del tiempo, la libertad del lenguaje expresivo se vea
coartada y se malogren sus frutos, por falta de paciencia para la
madurez.” (12)
Otro factor
de empobrecimiento, advierte el mismo autor, es el imperio de lo
visual.
Los comics, los
videoclips, los dibujos animados, ciertos programas televisivos,
“pueden ser comprendidos, y éste es su éxito, por niños apenas
alfabetos, y casi por los analfabetos. Son una forma de lectura sin
texto, con el escamoteo del lenguaje en su función expresiva.(...)
Leer es innecesario, pensar superfluo”.(13)
Hay un autor
que nos habla del mundo actual como supermercado.
Habla del
vértigo que caracteriza la lógica del supermercado y señala que es
otra de las amenazas, en este caso al texto, uno de los silos donde
se almacena el pensamiento, “porque un libro sólo puede
apreciarse despacio; implica una reflexión (no en el sentido de
esfuerzo intelectual, sino sobre todo en el de vuelta atrás); no hay
lectura sin parada, sin movimiento inverso, sin relectura. Algo
imposible e incluso absurdo en un mundo donde todo evoluciona, todo
fluctúa; donde nada tiene validez permanente: ni las reglas, ni las
cosas, ni los seres. La literatura se opone con todas sus fuerzas
(que eran grandes) a la noción de actualidad permanente, de presente
continuo.”(14)
Es la
publicidad la que impone las reglas: la primera de ellas que todo
debe publicitarse. No únicamente aquellas cosas vinculadas
directamente con lo comercial, las mercaderías, las empresas, las
marcas, etc, sino todo. Todo se ha vuelto mercadería y comercio.
Hace unos
pocos años, un agente de prensa me dijo algo que hoy sabe todo el
mundo: “No estás saliendo en los medios, no se te ve en televisión.
Si no estás permanentemente en los medios, no existís, no sos”.
Todo es
mercadería y todo se publicita. Los actos de gobierno, la vida
privada. Los medios se inmiscuyen en cualquier acontecimiento, y lo
que acontece (incluyendo a los sujetos que se han falmiliarizado con
esta exposición malsana) se ha habituado a estar en el centro de la
atención pública. El escenario y los actores ya no están
exclusivamente en el edificio del teatro, también han aparecido en
la parte exterior, en la vida común.
Todo se
muestra, lo que constituye uno de los modos de la publicidad. Todo
se transforma en imagen. Tenés que desear. Tenés que ser deseable.
Tenés que participar en la competición, en la lucha, en la vida del
mundo. Si te detenés dejás de existir. Si te quedás atrás, estás
muerto.
“Al negar
cualquier noción de eternidad, al definirse a sí misma como proceso
de renovación permanente, la publicidad intenta hacer que el sujeto
se volatilice, se transforme en fantasma obediente del devenir. Y se
supone que esta participación epidérmica, superficial, en la vida
del mundo, tiene que ocupar el lugar del deseo de ser. (15)
“No sos”, me
dijo el agente de prensa.
Y es cierto.
No soy aquello que poco a poco me han hecho creer que quiero ser,
que quiero alcanzar. El tipo de vida que quiero vivir. Con los
clichés propios que nos ha infiltrado la publicidad en el alma: el
éxito, el vértigo, sacarlo todo afuera. No soy eso, es cierto.
Pero a no
engañarse, se puede ser otra cosa.
Bastará con
desobedecer.
Notas
1) Lugones, Leopoldo: “El jilguero”, en
“Antología Poética”, Espasa Calpe Argentina, 1951
2) Capote, Truman: “Plegarias atendidas”,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1988
3) Vygotski, Lev: “Pensamiento y lenguaje”,
Editorial Pléyade, Buenos Aires 1968
4) Houellebecq, Michel: “El mundo como
supermercado”, Ed. Anagrama SA, Barcelona, 2000,
5) Salinas, Pedro: “El defensor”, Alianza
Editorial, Madrid, 2002
6) Idem
7) Piaget, Jean: “Temas candentes de hoy”,
opus cit.
8) Martinet, André, “Temas candentes de hoy”,
opus cit.
9) Vygotski, Lev: “Temas candentes de hoy”,
opus cit.
10) Parret, Hernan: “Temas candentes dehoy”,
opus cit.
11) Quevedo, Francisco de, “Desde la Torre”,
soneto 131, www.dim.uchile.cl/~anmoreir/
escritos/siglo_oro/quev.html
12) Salinas, Pedro, opus cit.
13) Houellebecq, Michel: opus cit.
14) Houellebecq, Michel: op.cit.
15) Houellebecq, Michel,
op. cit.
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